A lo largo de los 12 años de experiencia dirigiendo un centro de día para personas con demencia, en los cuales he tenido contacto directo y continuado con los familiares de los usuarios, he visto como una de las cosas que más cuesta al cuidador principal es pedir ayuda.
La omnipresencia del cuidador en la vida de una persona dependiente hace que aparezcan los “brotes” del famoso síndrome del cuidador quemado. Un mal sufrido por la mayoría de los cuidadoresprincipalmente (si me lo permiten de las cuidadoras, dada la inmensa mayoría) y del cual es difícil salir.
Cuando una persona comienza a ser dependiente, es común que vaya aumentando la pérdida de capacidades de manera progresiva. Al mismo tiempo, la presencia y las tareas del cuidador o cuidadora principal van aumentando al ritmo de la decadencia de la otra persona. En estos momentos, si no se pide ayuda a tiempo para que la cuidadora pueda desconectar y dedicar un tiempo para sí misma, pueden aparecer los primeros síntomas de la sobrecarga o burn out.
He observado, en mis años de trabajadora social, que este hecho que para muchos es algo natural y fácil de realizar, para las cuidadoras de una persona dependiente es una prueba muy difícil por varios motivos:
- Para algunos es un fracaso personal. Es decir, pedir ayuda es reconocer que no se es superhéroe que hasta ahora se ha demostrado ser y que, al igual que todas las personas tenemos límites. ¡Somos humanos!
- Por miedo al vacío. Miedo a solicitar ayuda a familiares cercanos, de los cuales se tiene la creencia que son un apoyo importante y recibir un NO por respuesta.
- Para otros es el hecho de delegar los cuidados a otra persona, en muchos casos extraña (como es el caso del cuidador profesional) y no saber si lo hará igual de bien que ellos.
- Los sentimientos de culpabilidad también dificultan el hecho de pedir ayuda. Sentirse egoísta y o culpable por necesitar tiempo para uno mismo.
- O simplemente, es falta de costumbre. Es no estar acostumbrados a solicitar el apoyo de terceros y no saber cómo pedir algo tan importante.
Independientemente de los motivos, hoy quiero ofrecer una serie de pasos a seguir a la hora de pedir ayuda, para así facilitar esta difícil tarea.
PASO 1: RECONOCER QUE NECESITAS AYUDA
Aceptar que hay un problema o una necesidad y que no la puedes resolver por ti mismo es el primer paso para pedir ayuda a terceros.
PASO 2 IDENTIFICAR EN QUÉ EXACTAMENTE NECESITAS AYUDA
Saber cuál es la necesidad (ayuda psicológica, tiempo para hacer deporte, auxiliar para tareas personales, etc) será de gran ayuda para saber a quién hemos de dirigirnos, y qué ayuda plantear.
PASO 3. BUSCA A ALGUIEN QUE PUEDA AYUDARTE.
Ahora es el momento de elegir a quién voy a mostrar mis necesidades o problemas.
En muchas ocasiones se le pide a un familiar una ayuda que solo puede ofrecer un profesional o al contrario y por eso se fracasa en la respuesta obtenida.
PASO 4. MANTÉN UNA IMAGEN POSITIVA DE TÍMISMO
Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de fortaleza. Es saber aceptar la realidad y poner solución a aquello que no va bien.
PASO 5. EXPRESA LA NECESIDAD O PROBLEMA
En este momento hay que ser muy claros y expresar exactamente qué se necesita, cuándo y cómo. Sólo de esta manera podrás ver satisfecha tu necesidad.
En el caso de delegar tareas, es el momento de explicar bien cuáles son las tareas que va a realizar la otra persona y cómo ha de hacerlas. Pero no olvides que para que los demás puedan ayudarte debes de ser flexible y aceptar diferentes maneras de realizar una misma actividad.
En el caso de ayuda profesional, es importante escuchar de manera activa y abrir nuestra mente a nuevas posibilidades, recursos e ideas.
PASO 6. SE AGRADECIDO
Ser agradecido con la persona que te ha ayudado. Hará, no sólo que te sientas bien, sino que la otra persona se muestre receptiva a nuevas demandas.
PASO 7. PIDE AYUDA SIEMPRE QUE LO NECESITES
No olvides que todos tenemos derecho a ser ayudados, siempre que lo necesitemos.