Jesús Espada, periodista de Radio Castilla-La Mancha
“Querida Julia: Te escribo ahora, mientras duermes, por si mañana ya no fuera yo el que amanece a tu lado. En estos viajes de ida y vuelta cada vez paso más tiempo al otro lado y en uno de ellos, ¿quién sabe?, temo que ya no habrá regreso.
Por si mañana ya no soy capaz de entender esto que me ocurre. Por si mañana ya no puedo decirte cómo admiro y valoro tu entereza, este empeño tuyo por estar a mi lado, tratando de hacerme feliz a pesar de todo, como siempre.
Por si mañana ya no fuera consciente de lo que haces. Cuando colocas papelitos en cada puerta para que no confunda la cocina con el baño; cuando consigues que acabemos riéndonos después de ponerme los zapatos sin calcetines; cuando te empeñas en mantener viva la conversación aunque yo me pierda en cada frase; cuando te acercas disimuladamente y me susurras al oído el nombre de uno de nuestros nietos; cuando respondes con ternura a estos arranques míos de ira que me asaltan, como si algo en mi interior se rebelase contra este destino que me atrapa.
Por esas y por tantas cosas. Por si mañana no recuerdo tu nombre, o el mío.
Por si mañana ya no pudiera darte las gracias. Por si mañana, Julia, no fuera capaz de decirte, aunque sea una última vez, que te quiero.
Tuyo siempre.
Tu mente se ha perdido,
por alguna razón extraña,
y no hay invierno, ni verano
ni florida primavera,
y queda enterrado el otoño
bajo la hojarasca de la vida.
Son gemelos el sol y la luna,
y giran libres, sin órbita
en ese raro universo
dónde sólo tu habitas.
La memoria es un laberinto
y no encuentras la salida.
Atrás se quedan perdidos
los capítulos de tu biografía,
y todos aquellos rostros
que te amaron
son tan sólo humo y ceniza.
Que edad tan incierta…
¡eres de nuevo una niña!
que desaprendes ahora
un poquito cada día.
Pero cuando me miras,
tus ojos ¡brillan!
y se tiñen de alegría.
No sabes si soy tu madre,
si tu hija,
si tu amiga…
pero a mi… ¡que me importa!
si yo sé que tu corazón late,
y que él nunca me olvida.
Elvira Molina Almoguera
Cuando en tu mente habite el olvido,
cuando no puedas oír a tu memoria,
y las canas tiñan de blanco tu pelo,
mi vieja, querida, yo estaré ahí contigo,
para que no te falte ni gloria,
y puedas ver lo que yo, sin tú saberlo.
Cuando habite el olvido…
y te traicione tu inteligencia,
y se vayan de paseo los recuerdos,
yo estaré siempre contigo,
aunque en ti anide la indiferencia,
nunca te faltarán mis besos.
Traicionera enfermedad maldita,
que aunque nada tienes,
todo, absolutamente todo…
desaparece ante ti, te lo quita…
Cuando habita el olvido,
todo desaparece,
tus habilidades,
tus memorias,
tus recuerdos,
tus seres queridos,
tus conocimientos,
tu sabiduría…
y aparece el silencio,
también mi cariño,
y el de tus hijos,
y el de tu nieto.
Cuando habite el olvido…
y aparezca el silencio,
quiero que sepas, mujer,
que yo estaré ahí, contigo.
Copyright Paco Ayala (2012) Todos los derechos reservados al autor