El legado de los difuntos

En este mundo todo parece ser relativo y estar sujeto a interpretaciones. Nada es verdad absoluta, pero nada es del todo cierto. Nada a excepción de una sola cosa, LA MUERTE.

Cuando vamos creciendo, adquiere valor el legado de los difuntos que nos dejan a su paso por nuestra vida.

Tratamos de vivir, cada uno a nuestra manera, pero teniendo siempre presente que no somos eternos, que algún día dejaremos de existir, o al menos en este mundo.

Para las personas creyentes en alguna religión, el día a día se construye intentando hacer el bien por uno mismo y los demás, no solo para vivir en armonía, sino para tener una buena vida más allá de la actual.  Unos esperan la vida eterna en el Reino de un Dios que puede tomar distintos nombres según la doctrina a seguir. Otros esperan reencarnarse en un ser vivo en armonía con la naturaleza y el entorno.

Para las personas no creyentes, la vida dura el tiempo que estamos aquí, pero igualmente hay que procurar “hacer el bien sin mirar a quién” y tratar de ser un ejemplo a seguir.

Creyente o no, todos intentamos vivir acorde con nuestra manera de pensar y sentir esta vida que nos ha tocado protagonizar procurando dejar un legado a nuestros descendientes del cual puedan sentirse orgullosos.

Cada otoño la celebración del día de los difuntos nos recuerda que estamos aquí de paso y nos invita reflexionar en lo que tarde o temprano ha de llegarnos a todos, como dije al principio, LA MUERTE.

Los nichos quedan adornados con flores y  los cirios  tiñen de rojo la negra noche del Campo Santo para decirle a nuestros muertos que les recordamos y que no nos olvidamos de ellos, porque ahora somos su legado. Tenemos el testigo. Somos nosotros ahora los que tenemos en nuestras manos el poder para cambiar,  interpretar, construir el presente con la base que nuestros antepasados nos dejaron. Tenemos la potestad de empezar a construir el futuro, aprendiendo del pasado, sintiéndonos acompañados por ellos, los que nos dejaron.

Desde este, mi pequeño rincón, sirva esta reflexión como homenaje a aquellos (jóvenes y mayores) que compartieron parte de su vida conmigo y aún me acompañan en los momentos en los que los necesito.

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