MUJER TRABAJADORA. MUJER CUIDADORA
06:00 h de la mañana de un día cualquiera. El despertador suena como todas las mañanas recordando a María que debe de levantarse.
Para no defraudar a su, tan acompañada rutina, ésta se levanta directa a la cafetera. Noticias, café ligerito y arranca la tarea.
Como cada mañana comienza con las labores domésticas y termina de preparar el guiso para el mediodía. Hay que quedarlo todo listo para cuando los mellis vengan del cole.
Ahora, prepara los desayunos de los niños mientras los despierta. Es mejor no perder tiempo. Prefiere correr un poco y no llegar tarde.
¡Todo listo en la casa!
De camino al trabajo, es obligatoria una parada para ver cómo se ha levantado hoy su madre.
Bea tiene 73 años y le están haciendo unas pruebas. El médico dice que tiene deterioro cognitivo y es necesario saber por qué y qué tratamiento necesita. El neurólogo le comentó no “sé qué frontotemporal”, que no alcanzó a entender muy bien. ¡Es tan difícil algunas veces saber qué es lo que dicen…!
María tiene miedo. Ha leído que las personas jóvenes que tienen Alzheimer, lo pasan mal, porque el deterioro avanza muy rápido y es muy duro. No sabe qué va tocar hoy. Ayer no fue capaz de escrir sus dos apellidos. La miró con cara de terror al darse cuenta que había olvidado algo tan básico.
“-Hoy se ha levantado bien. No te preocupes, María. Nos arreglamos y nos vamos a dar una vuelta.-“
¡Menos mal! El parte que le da la cuidadora hoy es favorable. Hay mañanas en la que se despierta muy desorientada y la rutina se hace imposible.
En esos días, María llega tarde al trabajo. Hay que dedicar un tiempo a explicar quién es quién, dónde estamos, qué vamos a hacer….
Su jefe, a pesar de entender la situación, no pone buena cara cuando se retrasa. Aunque llegaron al acuerdo de que los días que llegara tarde recuperaría, siente que el pacto está a punto de romperse.
¡Si al menos tuviera una hermana..! -piensa – podríamos hacer turnos y contarnos las penas en los días malos. O un hermano, claro, que me echara una mano en las tareas más pesadas. Pero ya está – se repite- Estamos solas en esto y solas lo vamos a afrontar. Bueno, solas del todo no –se rectifica ella.
Su marido comprende el trance por el que está pasando y se hace cargo de la situación. Cuando puede le ayuda con las tareas cotidianas y las responsabilidades de los niños. Pero, con tanto trabajo y los horarios irregulares, la verdad, cada vez es más complicado.
Al llegar al trabajo, María se sienta frente al montón de papeles y expedientes que tiene que archivar, pero antes cruza los dedos para que no la llamen a media mañana diciendo que Bea ha vuelto a hacer de las suyas.
A las 15:00, al regresar a casa, de nuevo comienza la batalla diaria. A ella no le agobian las horas de trabajo, sino la incertidumbre de lo que pueda pasar con su madre. La cuidadora la lleva a su casa para que coma y pase la tarde con ella y su familia. Pero a Bea cada vez le molestan más los gritos y ruidos de los niños. Les riñe mucho y siempre tiene que mediar entre los dos bandos.
La tarde pasa entre deberes, tareas del hogar, extraescolares y pequeños conflictos domésticos que se salvan sobre la marcha.
A las nueve, Beatriz regresa a su casa acompañada de su hija, con la cena en un recipiente.
“No te apures hija, estoy bien. – Le dice a María para que se vaya tranquila – Descansa. Tienes ojeras”.
De nuevo en el hogar, María y su esposo cenan en familia. Para ellos es importante aprovechar los ratitos que están juntos en casa.
Terminada la cena, los niños se van a la cama. La pareja tras ultimar algunos detalles se queda dormida en el sillón. “Vamos Cariño – dice uno de ellos – Vamos a la cama. Mañana nos espera un día duro”.
María comprueba que la alarma está programada para las 06:00 am. Al reposar la cabeza en la almohada, sus ojos se cierran y el cansancio queda vencido por el sueño.
Mañana será otro día.”