En estos tiempos en que los protagonistas de las historias se escriben en primera persona, en los que pasamos el tiempo observándonos a nosotros mismos si estamos feos o guapos, gordos o flacos. En tiempos en los que nos pasamos la vida compitiendo por hacernos un hueco; en el trabajo con el mejor currículum, con los amigos para ver quien tiene el móvil más puntero, o con los hijos, para comprobar quién tiene el niño más listo y con más actividades. En estos tiempos en los que la historia se forma a partir de un selfie, andamos tan preocupados de nosotros mismos que dejamos atrás parte de nuestro alrededor.
Vivimos dejándonos llevar por las tendencias que en ocasiones se presentan absurdas. Basta con echar un vistazo por Facebook, Instagram, Twitter, o solo con pasar las fotos de nuestro móvil, vemos que la mayoría de las imágenes son autorretratos. Nos estamos volviendo tan narcisistas que no contamos con nuestro alrededor ni tan siquiera para grabar nuestra imagen. Somos absolutamente independientes.
Pero, ¿nos hemos parado a pensar qué hay al otro lado de nuestro selfie? Si le damos la vuelta a la cámara y enfocamos a otra persona corremos el riesgo de ver que la independencia no es igual para todos. En nuestro bloque de viviendas, en la calle, en nuestra familia, la autonomía no ha hecho un reparto equitativo para todos.
Las personas dependientes son las grandes apartadas de este estilo de vida que estamos formando cada vez más unipersonal. Las políticas sociales tratan de aliviar el sufrimiento y aportar los recursos suficientes para cubrir necesidades. La llamada “Ley de la dependencia” ha supuesto un avance muy importante en tanto que reconoce el derecho subjetivo de las personas evaluadas como dependientes.
Sin embargo hay algo que ninguna ley puede regular, la voluntad. El deseo de ayudar sin esperar nada a cambio. Esta cualidad tan valiosa e importante la posee la figura del cuidador principal. Son, ante todo, personas, que movidas principalmente por un sentimiento de amor o responsabilidad, han renunciado a seguir la tendencia del yo para incorporar el NOSOTROS.
El sefie del cuidador, por lo tanto, no es unipersonal ni está tomado en aquel lugar donde le apetece estar. La imagen no capta a alguien maquillado, posando y poniendo posturas o “morritos” para estar más bella. No anda en tacones ni usa ropa ceñida. No suele ir a la peluquería ni a fiestas. Pero eso sí, capta algo de lo que muchos, tal vez, carecemos: ENTREGA.
Analicemos pues, en nuestras imágenes, hacia qué lado del selfie está enfocando nuestro objetivo.