A lo largo de la vida, asumimos en distintos momentos tanto el papel de cuidador como el de persona cuidada, pero en determinadas ocasiones, la atribución del rol de cuidador no es un hecho voluntario.
Este es el caso de los cuidados a las personas con dependencia. Al lado de cada persona con dependencia encontramos a un cuidador, con frecuencia un cuidador informal o no profesional, que asume un rol para el cual no estaba preparado, y que acostumbra a ser un familiar cercano.
La vida de la persona que asume el rol de cuidador se puede ver afectada en varios niveles.
A menudo experimentan cambios en las relaciones familiares, en el ámbito laboral, en la situación económica, cambios en la salud y en el estado de ánimo como consecuencia de tener que cuidar a un familiar con dependencia.
El tiempo libre del cuidador también se ve afectado. Satisfacer las necesidades del familiar con dependencia se convierte en su prioridad, motivo por el cual a menudo pospone sus necesidades, afectando, entre otros, la organización de su tiempo libre.
De igual manera, a nivel psicológico se puede recaer en un estado de ánimo triste y con sentimientos negativos. Siendo también comunes los sentimientos de enfado e irritabilidad, preocupación e incluso, ansiedad.
De manera colateral, la tarea de cuidar también puede implicar cambios en la relación del cuidador hacia sus hijos, pareja u otros miembros no implicados directamente en la relación de ayuda.
Por ello, es importante que el cuidador se garantice un espacio, momentos para él mismo y para pasar con su familia o pareja, como hacía antes de ocupar este rol.
Asumir el rol de cuidador puede resultar una experiencia satisfactoria y enriquecedora, siempre y cuando no se olvide de mantener alguna actividad solamente para uno mismo, para poder desconectar y recargar pilas.